Cuando el enemigo lucha de forma limpia, emplea todas sus fuerzas para defender honestamente sus posiciones y, pese al valor y energía utilizados en la pelea, termina cayendo en el campo de batalla, merece que el contrincante vencedor le rinda un sentido homenaje y lo recuerde con honores.
Todos los años -el 18 de marzo- se conmemora en Çanakkale (Turquía) la batalla de Galipolli recordando y homenajeando a los cientos de miles de soldados australianos, neozelandeses y turcos que cayeron en una de las más cruentas contiendas de la primera guerra mundial. A principios de 1915, los británicos, a la vista de que la guerra en el frente occidental se había estancado y con la intención de romper la situación de “impás”, decidieron desembarcar en las costas de la península de Gallipoli, en el estrecho de los Dardanelos, con la intención de que los turcos se sintieran amenazados y de ese modo el imperio Otomano se viera forzado a romper su alianza con los imperios alemán y austrohúngaro. La genial idea fue de un joven e inexperto Lord del Almirantazgo (Ministro de marina) llamado Winston Churchill. La operación naval fue un desastre. Y en tierra, después de varios meses de encarnizada pelea, las tropas australianas y neozelandesas –entonces subordinadas al alto mando británico- tuvieron que retirarse tras sufrir más de 200.000 bajas. Se habían encontrado con un ejército turco –al que menospreciaron- que comandado por un entonces desconocido general llamado Mustafá Kemal consiguió resistir la invasión, defender su territorio y repeler la ofensiva. Mustafá Kemal llegó a ser conocido como Ataturk (que significa padre de los turcos) y fue el fundador de la nueva república turca, en 1923, que presidió hasta su muerte en 1938.
Todos los años el gobierno turco se ocupa de dar alojamiento y sustento a miles de australianos y neozelandeses que acuden a las costas de Gallipolli a recordar a sus familiares y compatriotas caídos en aquella batalla. Los cuerpos de casi todos ellos permanecen enterrados allí. En 2012 la primera ministra australiana, Julia Guillard acudió a la ceremonia y en un emotivo discurso dijo:
“Los turcos han honrado a nuestros caídos y los han abrazado como sus propios hijos… Ninguna otra nación podría haber cuidado mejor de nuestros lugares sagrados ni dado una acogida más generosa a nuestros peregrinos”.
Nosotras, la Patrulla de Salvación, tenemos el honor como uno de los más importantes principios morales. El honor en la guerra –algo que hemos demostrado suficientemente en el campo de batalla- nos mueve hoy a reconocer el valor y la honestidad con los que luchó una de nuestras más valientes contrincantes en esta guerra por la salvación del libro. Nos referimos a Luna Miguel. Luna ha caído pero no por ello podemos celebrarlo ni regodearnos en su desgracia. Luna ha caído, pero lo ha hecho con honor. Luna defendió aquello en lo que creía y por ello merece el respeto de cualquier patriota que luche por la buena literatura y por el futuro del libro.
Luna Miguel bleeding tras la pelea
El 27 de diciembre pasado, en su página de Facebook, Luna Miguel colgaba el siguiente texto:
Hoy ha sido mi último día como asistente literaria en Penguin Random House.
Tomé la decisión de marcharme para comenzar nuevos proyectos y aventuras más allá de la edición (aunque seguiré colaborando con algunos sellos de la casa, y otras editoriales). Han sido dos años y medio geniales, he hecho grandes amigos, he aprendido y he leído (esto es lo más importante) un montón. Ahora podréis encontrarme en PlayGround, escribiendo y dando caña 24/7. Y también en S Moda, una vez al mes (mañana sale nueva columna).
Gracias por todo y feliz fin de año. Si sobrevivimos a tanto alcohol, claro.
L
Luna Miguel fue contratada hace dos años por Penguin Random House (entonces Mondadori) para montar varios blogs “combativos”. Creaciones suyas fueron “El Sindicato” y “Un blog supuestamente divertido”. La intención de la multinacional (en la que Luna era una simple empleada) era utilizar la frescura del formato blog para acercar la literatura a un público juvenil que cada día que pasa consume más videojuegos y lee menos. Los proyectos fracasaron. No por culpa de Luna Miguel, que hizo un magnífico trabajo, sino por la mala planificación estratégica de la editorial. Luna solo cumplía órdenes. La cagada fue de la persona de la alta dirección del grupo en España a la que se ocurrió la chorrada de montar blogs con apariencia independiente cuando todo el mundo sabía que detrás había un grupo multinacional que factura miles de millones de dólares al año.
Igual que Churchill utilizó a las tropas australianas y neozelandeses como carne de cañón, Luna Miguel ha sido colocada en primera línea para recibir todas las hostias. Y ahora, cuando ya no es necesaria, cuando tras la fusión con Penguin hay que estar muy formalitos y poner cara de altos ejecutivos tipo Wall Street, -no sea que los americanos piensen que en la filial española se gastan el dinero en tonterías-, ahora, digo, le dan la patada a Luna, a la valiente Luna.
Pero los directivos que idearon la estrategia equivocada, los que pusieron las armas en la mano de Luna y la animaron a dirigirse al frente sin la protección siquiera de una máscara de gas, esos siguen ahí cobrando su buen salario y calentando con su gordo culo el butacón de su mesa de despacho.
Churchill, después de ser considerado por su propio gobierno el principal culpable de la muerte de más de 200.000 soldados en Gallipolli y de meter la pata en muchas otras acciones bélicas que costaron la vida a varios miles de británicos más, terminó siendo Primer ministro de Gran Bretaña y pasando a la historia como uno de los hombres de estado más importantes de los últimos dos siglos.
PD: La valiente e inteligente Luna Miguel ha caído una vez –sólo los valientes corren peligro de ser heridos en la batalla- , pero promete seguir dando caña desde su nueva tribuna en Playground y desde su blog. Deberemos vigilar estos sitios, parecen peligrosos.
